Reseñas — Página 3

Semiótica: ¿y eso qué es?

Quien estudia una carrera de orientación humanística, inevitablemente va a sufrir en algún momento de su carrera -o no-, tener que lidiar con una asignatura llamada Semiótica. En algunos casos, ese padecimiento solo dura un cuatrimestre, en otros, varios años. “Sacar a la calle” la academia y sus ideas es bastante complejo de hacerlo en términos de esta materia. Una que, justamente, más relación tiene con nuestra existencia.

Esto no significa que no haya otras ideas complejas que no sean llevadas al contexto diario para su análisis o que no anden circulando por medios reconocidos. Las hay, y muchas. Pero a la hora de tratar de aprender/entender que vivimos rodeados de signos que se estructuran sintáctica, semántica y pragmáticamente, todo nos parece chino mandarín, y ahí ni Peirce ni Saussure ni Eco ni Barthes pueden ayudarnos con tales reviros mentales que nos hacen les docentes tratando de explicarnos de qué va la cosa. Sin embargo, les misioneros tenemos la suerte de que haya alguien tan particular como la Dra. Ana Camblong para poder hacerlo de una manera magistral, por un lado, y amablemente coloquial, por otro. “Castellanizando”, por así decirlo, esa disciplina incomprensible con casos cercanos, reconocibles, ejemplificados para les simples mortales, nosotres… 

Desde 2013, gracias a la sección Preguntar es humano y del Suplemento Enfoque, ambos del diario Primera Edición, Camblong compartió una serie de breves ensayos que nos hablan de cómo significan nuestros actos en la cotidianeidad, con tono misionero y no exentos de cierto sarcasmo/humor del cual nos hace partícipes conversadores. Basta una hojeada rápida a los títulos para entender que este libro, aunque no sea de difícil lectura y comprensión, trata temáticas comunes y corrientes con una mirada profunda, pensada, compartida y necesaria desde la semiótica del día a día: Qué sentido tiene…, Alfabetizar, Andresito, Cuidar la palabra, ¿Qué significa “dar la cara”?, ¿Qué quiere decir “hacerse cargo”?, ¿Por qué no “me hallo a mí mismo”?, ¿Por qué hay que “ver para creer”?, ¿Qué es un candidato?, ¿Cuál es el límite?, ¿Será posible, che?, son algunas de las temáticas, frases o preguntas que compartimos todes. 

Por supuesto nuestra generación millenial o centennial es muy probable que no haya llegado a sus páginas en el periódico impreso. Quizás tampoco a su versión digital. No obstante, y para subsanar esta privación, la autora nos ha cedido estas joyas de argumentación y coloquialismo en formato libro, al que ingeniosamente tituló Como te iba diciendo. Ensayitos diarios, y pueden ser de gran ayuda, sin dudas, en las aulas tanto universitarias como del nivel medio, así como en la vida misma.   

Valeria Darnet es Lic. en Artes Plásticas, Esp. en Crítica, Mg. en Economía de la Cultura y Doctoranda en Artes. Docente Investigadora FAyD, UNaM.


Datos de la obra

Autora: Ana Camblong
Título original: Como te iba diciendo. Ensayitos diarios.
Año: 2018
Editorial: Alción Editora
Pp.: 218

Fuckland, el dogma del cine argentino

A mediados de los 90’s surgió lo que podríamos decir como la última corriente estética que intentó traer cierta “pureza” en el cine, donde los directores daneses Lars Von Trier y Thomas Vinterberg crearon un manifiesto y el voto de castidad con diez reglas que debían cumplir las películas para obtener un certificado, al inicio del film, que afirmaba pertenecer al tan religiosamente llamado Dogma 95. Las primeras películas fueron danesas, no demorarían mucho en llamar la atención y obtener reconocimientos en varios festivales, y que luego se irían sumando varios casos aislados de otros países. Como Fuckland (2000), de José Luis Marqués, una película argentina que se filmó clandestinamente en las Islas Malvinas y que logró inscribirse como el Dogma #8. 

Se trata sobre un argentino (Fabián Stratas) que viaja a las Islas Malvinas con la idea de tener sexo y dejar embarazadas a varias mujeres, para que los hijos con la nacionalidad argentina puedan repoblar/recuperar las islas. Esta filmada con una cámara que lleva el protagonista a todas partes, incluso colgada de su cuello, pero sin que la gente se dé cuenta que esta encendida. Así, la película es realizada con una impronta documental que se acerca mucho a su meta en el largo camino de la búsqueda por un registro lo más cercano a la realidad, sin mucha intervención (como lo demanda el manifiesto), a pesar de la inevitable y ardua tarea en el momento del montaje que seguramente tuvieron que hacer para seleccionar esos 84 minutos de las 65 horas de filmación. 

En cuanto al argumento, me parece que no hay discusión sobre lo patético que es. Se nota que su misión radica justamente en la controversia, en todos los sentidos. Delata por cuenta propia a la ficción que lleva adentro para demostrar que no todo fue instantáneo e improvisado, como en las tomas que no fueron filmadas por el protagonista y que son momentos claves del relato, como diciéndonos: “todo lo que estamos haciendo en esta película es malintencionado, sí, pero tenemos un límite”. Incumplieron los mandamientos del Dogma 95 (como lo hicieron todas, al final), generaron enojo en el pueblo británico y particularmente en los isleños que fueron filmados sin su consentimiento. Y, lo que quizás no imaginaron es que, además lograron el repudio del público argentino, no solo por la idea extremista refugiada en la soberanía, sino también por poner como protagonista (sin generalizar) a un típico porteño con plata que cuando viaja lo único que logra es dejarnos mal parados con su actitud soberbia y grotesca. 

Se puede servir como un experimento que alimente al debate clásico que se tiene sobre las fronteras entre la ficción y el documental, y por qué no como un ejemplo por parte del cine argentino, para ser testigos y vivenciar las consecuencias de todo lo mencionado anteriormente. Pero, si el paladar es más exquisito, esta película se puede comer una sola vez, y es preferible esperar a un plato principal de este tipo de películas, como podría ser cualquiera del maestro Abbas Kiarostami y principalmente Close-up (1990), donde además de hacerle jugar al espectador en esa hibridez, hay un compromiso más real desde lo político y humano.  

Maximiliano Quevedo es estudiante de Realización Cinematográfica en la ENERC sede NEA y de Crítica cinematográfica.

Datos técnicos 

Título: Fuckland

Año: 2000

Duración: 84 min.

País de origen: Argentina

Guión y dirección: José Luis Marqués

Música: Sergio Figueroa 

Fotografía: Alejandro Hartmann, José Luis Marqués, Guillermo Naistat, Fabián Stratas

Reparto: Fabián Stratas, Camilla Heaney.

S/T – Sebastián Bona

S/T

Grafito sobre papel

Medidas 30×21 cm

Serie: SoL Negro – 2021

Sebastián Bona nació en 1987 en Rufino, Santa Fe, Argentina. Estudió Bellas Artes en la Universidad Nacional de Rosario. Desde 2012 ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas en distintos lugares del país, en concursos y salones nacionales. En sus muestras individuales se destacan Cuando el cielo se muera, en Gabelich Contemporáneo (2016), Reciclar la muerte para crear algo bello, En Luogo Espacio (2018) y El origen del Cuerno, Gabelich Contemporáneo (2019).
Ha hecho clínicas de arte con Verónica Gómez, Rafael Cippolini y Claudia Del Rio y realiza asistencia para diferentes artistas como Adrián Villar Rojas, Marta Minujin, entre otros.
En 2016 participa del programa Puente Colgante organizado por el Museo Macro+Castagnino (Rosario). Ha realizado numerosas residencias de arte, entre ellas, “R.A.R.O”. Buenos Aires, “La Pinguela” por Trillo Sustenthable, Oberá (Misiones), “Manta” de San Martin de Los Andes y “Raíces”, en Aconquija Catamarca. Ha participado en proyectos internacionales en EE.UU, Grecia y Turquía. Entre sus exhibiciones colectivas se destacan: Premio Itaú 2020, Salón de Corrientes 2019, Bienal de San Juan 2019, Bienal de Santa Fe 2018, Salón de Tucumán 2018 y 2017, Premio Vicentín 2018 y Bienal de Rafaela 2017.

https://sebastianbona.tumblr.com/

Los peligros de fumar en la cama – Mariana Enriquez

Siempre me encontré con resistencias para orientar mis lecturas hacia nuevas voces que aparecen en redes sociales y comentarios; sin embargo, este año quise salir de esta zona de confort y sobre todo encontrar nuevas escritoras que renueven el repertorio. En ese camino, me encontré con Los peligros de fumar en la cama de Mariana Enriquez, en un acto arriesgado tomé el libro sin mucha investigación previa, solo sabía que era una autora que estaban nombrando mucho en Twitter e Instagram.

¿Será una novela o cuentos? Pensé, y me dejé llevar por las historias, un cuento, dos, tres… no podía parar; una serie de relatos fuertes que coquetean todo el tiempo con la incertidumbre entre lo realista y lo no tanto, hilvanándose con temas de nuestro cotidiano y también con aquellos que rodean el imaginario colectivo. 

¿Es fantástico o terror? La verdad que los tintes cortazarianos hacen ver estos cuentos en la frontera de la duda que propone el género fantástico, lo extraño, y lo terrorífico de situaciones jamás pensadas.  En partes las descripciones pueden ser grotescas, pero realmente suman al sinfín de sensaciones que caracterizan al libro como adictivo. 

Una lectura liviana y novedosa, que me hace pensar que está bien seguir los instintos y animarse a las lecturas contemporáneas, a nuevas voces que nos abren a nuevos mundos retorcidos, a la percepción de nuevos sentidos en lo habitual y a la sed de más relatos que, según los medios, se aproximan a través de una nueva serie de Netflix, la cual estaré aguardando. 

Mariana Florencia Kachuk es Profesora de Lengua y Literatura. Integrante de proyecto de Investigación FAyD, UNaM.

Datos de la obra
Autora: Mariana Enriquez
Título original: Los peligros de fumar en la cama
Año: 2017
Editorial: Anagrama
Pp.: 232

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