Sobre la exposición de dibujos de Luis Ortega Bárbaro en el Museo “Juan Yaparí”
Cuerpo sin cabeza de Luis Miguel Ortega Bárbaro se presentó en el Museo “Juan Yaparí” (Posadas, Mnes.) en la segunda mitad de octubre de 2021. Según podía leerse al ingresar al salón, el título de la muestra obedecía a la exposición de un conjunto de dibujos (el cuerpo) sin un concepto en particular (la cabeza) que vinculara cada pieza. Incluso ninguna de esas piezas posee título.
El conjunto presenta sí algunas temáticas recurrentes (el fuego, las aves, ojos, cabezas, la noche, etc.) materializadas en lápiz o acrílico sobre papel y expresados de muy diverso modo (del blanco y negro a estallidos de colores pasando por combinaciones contrastantes o de austeridad cromática). También la muestra ofrecía una variedad de estilos que iban desde similitudes con artistas tales como Magritte y el arte kitsch, hasta las ilustraciones para portadas de publicaciones de ciencia ficción o libros infantiles pasando por cierta búsqueda figurativa-realista de aves e insectos y escenas de novela gráfica.
Ortega dio muestra así de cierta versatilidad técnica en el abordaje de temáticas, estilos y estéticas, sin dudas; sin embargo, la exposición de dibujos de tan variada gama y sin un concepto que a la vez provoque y delimite sentidos hizo equívoca la idea de “cuerpo” en tanto conjunto de piezas que componen un corpus, una obra. No asistimos a un “cuerpo sin cabeza” sino a una dispersión de miembros que podrían pertenecer a diferentes cuerpos.
Consideramos que el problema que planteamos aquí no es responsabilidad de Ortega. Una muestra de arte en un espacio institucional de exhibición (sea un museo público o una galería particular) es un trabajo en el que no sólo debería intervenir el artista, sino un conjunto -aunque sea mínimo- de personas para que la obra cobre la relevancia que debería tener si se decide exhibirla. Al llegar al Museo Yaparí, por ejemplo, nos recibió una persona que ignoraba casi todo en relación a los dibujos y a su autor; el texto de presentación sin firma estaría redactado por el propio Ortega, intuimos. La muestra carecía de la orientación necesaria de una instancia de curaduría, la que debería ser provista por las autoridades del propio Museo.
Así, asistimos a un conjunto disperso de trabajos, ponderamos que la recepción del mismo se dejó librado al azar del gusto particular de los espectadores y no a una enunciación plástica que constituyera un discurso más o menos sólido. De modo que, a causa de cierta indolencia institucional por parte del Museo, la muestra de Ortega en lugar de exhibir las cualidades de un artista en crecimiento dispersó la atención en virtud de lo meramente llamativo de los dibujos y el color.
Sergio Quintana es Profesor y Licenciado en Letras. Magíster en Semiótica Discursiva. Se desempeña como docente e investigador en la FAyD, UNaM.