Reseñas — Página 2

¿El que rompe las cadenas es Prometeo o Machado de Assis?

A lo largo de la historia, muchos autores han recurrido a los mitos clásicos como nutrientes de sus obras creadoras. Entre ellos, podemos apreciar a Machado de Assis a través de su novela “Memorias póstumas de Bras Cubas”.
La intertextualidad es explotada exquisitamente a través de la recurrente relación que establece el autor, entre personajes, mitos y obras que produce ese vaivén entre el mundo clásico y la vanguardia; lo que hace de su novela una excelente creación literaria. 
humano (la muerte, la lucha entre el bien y el mal, la ingratitud, la crueldad, la sensualidad, el adulterio, el egoísmo y la vanidad); así logra el embellecimiento a partir de ese constante recurrir al legado literario clásico.
Si bien, es muy difícil ubicar al autor en un movimiento literario específico, pero al leer Memorias es fácil pensar que Machado haya consagrado su obra como ese poeta artífice que proclamaba el Clasicismo y el Neoclasicismo, debido a la constante recurrencia al diálogo con el mundo clásico; por otra parte, la ruptura de la vanguardia se hace presente en todo momento, cuando el autor rebeldemente declara, dentro de la propia obra, que no le representa nada la cantidad de lectores que pueda tener su obra y cuando denuncia claramente a los círculos de eruditos mezquinos que tratan de centralizar las letras en pocos poetas “de renombre”.
La obra machadiana retoma los nombres de poetas inmortales de un modo totalmente diferente, a través del discurso de lo cotidiano, los cual es uno de los aspectos de la acción creadora que lo llevaron a convertirse en el renombrado escritor de la literatura latinoamericana que llegaría a ser; lo cual se ve reflejado en la grandeza de una obra llena de sorpresas con las que se encuentran los lectores en cada capítulo que la organiza.

Silvia Susana Rodríguez es Prof. de Lengua y Literatura, Prof. en Nivel Inicial, Prof. en Educación Técnica y Profesional, Esp. en Educación Rural y Técnica en Seguridad e Higiene Laboral. Docente de Lengua y Lengua y Literatura en el nivel medio y el Inst. Carlos Linneo.  

Datos de la obra

Autor: Joaquim Maria Machado de Assis

Título original: Memórias póstumas de Brás Cubas 

Año: 2016

Editorial: L&PM POCKET

Pp.: 256

Link Editorial

Una mirada que indaga: ideas sobre El Culto

En los últimos años, el arco mediático argentino se ha volcado a tensionar posiciones políticas y/o ideológicas al presentarlas como opuestos que no resisten fisuras ni puentes entre las partes. Así, el corpus social se disputa el estar a favor o en contra de las posiciones ideológicas, presentadas y pensadas más bien como un partido de fútbol que como una construcción de las herramientas políticas, sociales y culturales de las que nos valemos.

En ese sentido, el largometraje documental El Culto entra en un terreno que adscribe posiciones a favor y en contra bastante marcadas en lo social, sobretodo pensando las disputas de derechos sociales y las figuras políticas surgidas al calor de estas disputas. Más allá de estas dicotomías, la directora de esta obra expone abiertamente el lugar desde el que enuncia y nos acerca a una mirada etnográfica de la espiritualidad evangélica en la ciudad de Córdoba.

Se trata de un trabajo observacional que, a través de un montaje paralelo, nos presenta cuatro cultos en diferentes iglesias evangélicas de una misma ciudad. Las imágenes inician en los preparativos que realiza cada iglesia y narran hasta el momento en que la gente se aleja de la misma. En todo ese proceso, la directora pone en evidencia una serie de elementos que nos plantean diferencias, similitudes, acercamientos y, sobretodo, formas de ver, entender y/o vivir la espiritualidad.

En cada culto hay diferencias etarias, políticas, económicas y hasta espirituales. Los discursos asumen de donde provienen, desde quienes niegan el lenguaje inclusivo hasta quienes agradecen la educación pública del Estado, quienes se sientan en círculos mientras tejen y quienes se sientan en bancas de madera mirando al atril, quienes saltan escuchando una banda de rock y quienes se mueven al ritmo de la coreografía que acompaña a un grupo de cuarteto.

Los diferentes cultos de los pastores también se ponen en evidencia con un seguimiento casi minucioso de lo performático, de lo que dicen y de lo que omiten. En esta secuencia, los imaginarios sociales sobre el culto se niegan, se afirman y se repiensan, complejizando aquello que sabemos o que creemos saber. El trabajo etnográfico en esta obra funciona como guía para plantear reflexiones, preguntas y curiosidades en torno a lo institucional, lo político y lo espiritual.

El culto, a contracara del panel mediático del que me refería al comienzo, no busca un planteo dual entre aquellas posiciones a favor o en contra, o peor, entre lo bueno o lo malo según la propia moral; por el contrario, plantea una profunda indagación íntima para entender dinámicas y lógicas que atraviesan la esfera espiritual y se funden con el status social, la cultura popular y los discursos ideológicos.

Leandro Zerbatto. Técnico en Medios Audiovisuales y Fotografía (UNaM), Lic. en Cine y Audiovisual (UNILA), Maestrando en Cine de América del Sur (UNA).

Ficha técnica:

Título original: El culto

Dirección: Almendra Fantilli

Producción: Lumen

Género: Documental | religión.

Año de estreno: 2020

País de origen: Argentina

Duración del film: 62 min.

Fotografía: Oscar Sapere, Gonzalo Valenzuela, Marcelo Paiva.

Una muestra sin zonas de confort

El Museo Juan Yaparí de Posadas, comenzó el mes de diciembre con la exposición de obras visuales de Patricio Diblasi titulada “Saturación discursiva disruptiva”. Se trata de una muestra en la que el artista exhibe trabajos de una década -desde el 2011- abordados con diferentes lenguajes visuales, materiales y técnicas (la pintura, el arte digital, la fotografía, el dibujo, la serigrafía) así como también acude a diferentes temas e imaginarios.

La sintaxis de la exhibición es ordenada desde el punto de vista de los materiales utilizados: recorriéndola desde la izquierda se exhiben serigrafías, luego dibujos, seguidos de pinturas que comparten espacio con imágenes de arte digital, luego 100 fotografías en tamaño pequeño, mientras que el en centro del salón y en algunas columnas se exhiben también fotografías que tienen a una mano como protagonista. 

Si bien para quien entra desprevenidamente, podría parecer una muestra compartida por al menos media docena de artistas (dado que cada técnica parece generar un estilo propio) ello constituye precisamente lo que le da cohesión a la obra porque el discurso visual de Diblasi es coherente en sí mismo. Y esa coherencia discursiva, a nuestro parecer, está determinado porque cada una de las piezas, a la vez que pueden considerarse como experimentaciones o ensayos visuales, generan sentidos tanto de modo individual como en su conjunto, tanto siguiendo la sintaxis propuesta como vinculando diferentes segmentos que no necesariamente se encuentran en la continuidad lineal del recorrido, y ese link puede ser provocado por una similitud temática o estilística pero también por sutilezas gestuales del artista, difíciles de definir pero, sin dudas, perceptibles. 

En los dibujos, serigrafías y pinturas, quien asista a la muestra, puede encontrarse con una gradación que va de la austeridad minimalista de formas figurativas (rostros, manos, cuerpos) a cuadros sobrecargados de imágenes oníricas de un detallismo abrumador, pasando por imágenes más o menos cargados de color o de formas (incluso ensaya, en uno de los cuadros, la presencia de lo tridimensional). En las fotografías que ocupan una de las paredes del Museo nos encontramos con 100 imágenes cuadradas cuyo hilo conductor está oculto: pueden tratarse de fotos de carteles y grafittis, de detalles del ambiente urbano, de objetos, de fragmentos de realidad donde lo importante no es la realidad en sí misma, no la documentación, sino la mirada puesta sobre algunos fragmentos, detalles, recortes de un espacio anónimo.

Ese hilo oculto es el que une toda la exposición, y es un hilo discursivo propio. Diblasi exhibe un conjunto de trabajos de diferente época e intencionalidad en los que conviven el ensayo y la experimentación tanto como decisiones plásticas que evidentemente se han consolidado como técnicas y como imaginarios en el artista. 

Lo notable en esta “saturación” de imágenes es que no hay mucho margen para determinar antecedentes artísticos, similitudes con artistas célebres, una intertextualidad evidente. Por otro lado, el discurso visual de Diblasi no orienta el sentido hacia posibles lugares comunes; no es políticamente correcto, pero tampoco aspira a posicionarse en la incorrección política, no es ni pintoresquista ni panfletario. Su discurso visual abre el juego para generar sentidos desde la percepción y lo hace de modo generoso, sin imponer juicios y sin ubicarse ni acudir a zonas de confort.

Sergio Quintana es Profesor y Licenciado en Letras. Magíster en Semiótica Discursiva. Se desempeña como docente e investigador en la FAyD, UNaM.

Link del artista: https://www.flickr.com/photos/101519799@N03/

Datos de la Obra

MATRIZ 1 (patrón feminino de generación)

Dibujo digitalizado impreso

60 cm x 40 cm

Una muestra de miembros sin cuerpo

Sobre la exposición de dibujos de Luis Ortega Bárbaro en el Museo “Juan Yaparí”

Cuerpo sin cabeza de Luis Miguel Ortega Bárbaro se presentó en el Museo “Juan Yaparí” (Posadas, Mnes.) en la segunda mitad de octubre de 2021. Según podía leerse al ingresar al salón, el título de la muestra obedecía a la exposición de un conjunto de dibujos (el cuerpo) sin un concepto en particular (la cabeza) que vinculara cada pieza. Incluso ninguna de esas piezas posee título.

El conjunto presenta sí algunas temáticas recurrentes (el fuego, las aves, ojos, cabezas, la noche, etc.) materializadas en lápiz o acrílico sobre papel y expresados de muy diverso modo (del blanco y negro a estallidos de colores pasando por combinaciones contrastantes o de austeridad cromática). También la muestra ofrecía una variedad de estilos que iban desde similitudes con artistas tales como Magritte y el arte kitsch, hasta las ilustraciones para portadas de publicaciones de ciencia ficción o libros infantiles pasando por cierta búsqueda figurativa-realista de aves e insectos y escenas de novela gráfica.

Ortega dio muestra así de cierta versatilidad técnica en el abordaje de temáticas, estilos y estéticas, sin dudas; sin embargo, la exposición de dibujos de tan variada gama y sin un concepto que a la vez provoque y delimite sentidos hizo equívoca la idea de “cuerpo” en tanto conjunto de piezas que componen un corpus, una obra. No asistimos a un “cuerpo sin cabeza” sino a una dispersión de miembros que podrían pertenecer a diferentes cuerpos.

Consideramos que el problema que planteamos aquí no es responsabilidad de Ortega. Una muestra de arte en un espacio institucional de exhibición (sea un museo público o una galería particular) es un trabajo en el que no sólo debería intervenir el artista, sino un conjunto -aunque sea mínimo- de personas para que la obra cobre la relevancia que debería tener si se decide exhibirla. Al llegar al Museo Yaparí, por ejemplo, nos recibió una persona que ignoraba casi todo en relación a los dibujos y a su autor; el texto de presentación sin firma estaría redactado por el propio Ortega, intuimos. La muestra carecía de la orientación necesaria de una instancia de curaduría, la que debería ser provista por las autoridades del propio Museo. 

Así, asistimos a un conjunto disperso de trabajos, ponderamos que la recepción del mismo se dejó librado al azar del gusto particular de los espectadores y no a una enunciación plástica que constituyera un discurso más o menos sólido. De modo que, a causa de cierta indolencia institucional por parte del Museo, la muestra de Ortega en lugar de exhibir las cualidades de un artista en crecimiento dispersó la atención en virtud de lo meramente llamativo de los dibujos y el color. 

Sergio Quintana es Profesor y Licenciado en Letras. Magíster en Semiótica Discursiva. Se desempeña como docente e investigador en la FAyD, UNaM.