En La Mira

ISSN 2618-3056

Jesús López: una película singular

A menudo procuro abordar algunas producciones artísticas sin buscar referencias previas a fin de que se interponga la menor cantidad de prejuicios posibles. Cuando vi el largometraje Jesús López ignoraba no sólo la obra previa, sino la existencia misma de su director, Maximiliano Schonfeld.

La película, que podrá verse en la edición de este año del Oberá en Cortos, me resultó inusual desde muchas perspectivas; al principio, no supe cómo asirla. Hice algunas anotaciones relativas a la música de un sonido tan recurrente a estos tiempos, a la fotografía insoslayable por momentos aunque no a lo largo de todo el film, a diálogos y situaciones que me recordaron a cierto cine independiente norteamericano de los 90’s, a planos largos y escenas contemplativas tan de nuestro cine nacional, a rápidas referencias al primer Rocky de Stallone y al personaje protagonista, Abel -interpretado por Joaquín Spahn- aunque sin poder juntar en una sola idea esas coordenadas.

Recién antes de escribir esta reseña, busqué referencias. Leí entonces diversas adjetivaciones que se le atribuyeron al film, elogiosos comentarios pero que -a mi parecer- no lograban ocultar del todo la perplejidad que les causaba aquello que reseñaban: “bella y potente”, “incisivo y oscuro”, “clara belleza y sentimiento”, “clima extraño con momentos de lograda inquietud”; así como otros le atribuyeron un costado místico, religioso y hasta filosófico, además del recurso siempre efectivo de involucrar al género fantástico allí donde aparece una rareza, la idea del doble, del espejo; e incluso pueden leerse interpretaciones según las cuales hay una representación de cierta idiosincrasia pueblerina, campesina y hasta generacional que determinan los modos de percibir esta historia. No son erróneas estas lecturas, aunque sí parciales. Incluso considero que la propia mirada de su director -en diversas entrevistas- se queda corta en el alcance discursivo de su producción, cuyo sentido -como sabemos- termina de completarse en el plano de la recepción, en los interpretantes.

Jesús López resulta insólita en muchos aspectos. Se le pueden criticar muchas cosas, es cierto, pero depende desde qué paradigma cinematográfico se la evalúe. 

Por momentos lerda, por momentos indecisa o inconclusa (como cuando salen a perseguir al “presunto asesino” de Jesús López), por momentos estereotipada, de a ratos confusa. 

Pero hay varias cualidades que tiene este film que son distintivas. En primer lugar, las sutilezas: no se trata de un film convencionalmente “potente”; por el contrario, su fuerza está en una economía de recursos, en la austeridad con que vamos accediendo a la información que nos permite entender qué está pasando, qué pasó antes y sobre todo en cómo se va a dar un final a una historia que escabulle un conflicto fácil de identificar: ¿Abel va a ocupar el lugar de Jesús? ¿Abel va a terminar muerto e incluso incinerado? ¿Jesús va a resucitar en Abel; o viceversa? No lo sabremos hasta el final, y ese final que llega es a la vez previsible, aunque no lo preveamos, acostumbrados como estamos más al melodrama que a lo metafórico, a lo simbólico. Porque al final no hay un drama ni una tragedia, sino un cierre, una conclusión, una metáfora del duelo, del desapego, de la resignación. 

Por otro lado, creo que considerar que hay un elemento fantástico en la historia distrae la atención de algo más valioso y que es lo alegórico. Abel nunca podrá ocupar el lugar de su primo, pero Jesús resulta un referente identitario para esa comunidad: nadie -ni su madre, ni su novia, ni los demás competidores de la pista, ni la comunidad motoquera- logra asumir la muerte de Jesús. No hay un tratamiento fantástico en la historia porque lo fantástico -por convención literaria- comporta la presencia de algo que perturba la realidad de los personajes. Y no es eso lo que ocurre aquí. Solamente los espectadores accedemos a la reencarnación del fantasma en el primo; para los personajes del relato Abel sigue siendo Abel. La única que percibe una variación en Abel es su hermana que lo ve fumando un cigarrillo y le pregunta “¿Y vos desde cuándo fumás?”, pero queda en eso, en una leve desviación en los hábitos de un personaje que padece el duelo de Jesús López como toda la comunidad la sufre a su manera. 

No hay nada novedoso en la película, si la leemos desde puntos de vista convencionales y reticulados: el ambiente rural y su idiosincrasia aletargada, rutinaria, repetida; la comunidad cohesionada por las costumbres y los hábitos; la tribu metálico-fierrera con su ethos de compañerismo, fidelidad y su mística de símbolos sencillos pero efectivos; la muerte inesperada e irrecuperable de un joven que es hijo único, atractivo, audaz, irreemplazable; la necesidad de aceptar la muerte y transitar el duelo, de despedirse del difunto y darle un cierre que estuviera a la altura de su leyenda; el recurso de elementos simbólicos tales como el fuego purificador o el doble siempre inquietante. Tampoco resultan novedosas la solemnidad en el tratamiento de algunas imágenes o la recurrencia a una banda de sonido “retrofuturista”. 

Lo novedoso de Jesús Lopez  es cómo incorpora esas recurrencias paradigmáticas al plano sintagmático: poniendo en escena lo evidente pero corriéndolo del centro de atención, ubicando la tensión no allí donde lo esperaríamos por convencionalismos genéricos sino en las sutilezas de los diálogos, en los cambios de tonalidad de las escenas (que por momentos pasan de un in crescendo promisorio a un momento contemplativo sin brusquedad pero sin pausa); jugueteando entre cierto colorido y musicalidad pop con la sobriedad (paisajística y anímica) rural de sus escenarios y personajes. Lo inusual es que se trata de una historia que tienen todos los ingredientes para perfilar un melodrama -incluso tensa esa cuerda tonal- pero se inclina hacia un desenlace que no es ni feliz ni triste, ni trágico ni excesivo. Sencillamente es el final, el cierre, la conclusión, el útimo adió a Jesús López.

Sergio Quintana es Profesor y Licenciado en Letras. Magíster en Semiótica Discursiva. Se desempeña como docente e investigador en la FAyD, UNaM.

Ficha técnica

Título original: Jesús López 

Año: 2021

Duración: 87 min.

País: Argentina

Dirección: Maximiliano Schonfeld

Guión: Selva Almada, Maximiliano Schonfeld

Música: Jackson Souvenirs

Fotografía: Federico Lastra

Reparto: Lucas Schell, Joaquín Spahn, Sofía Palomino, Alfredo Zenobi, Paula Ransenberg, Romina Pinto, Benigno Lell

Productora: Coproducción Argentina-Francia; Murillo Cine, Luz Verde, INCAA

Trailer https://www.youtube.com/watch?v=gBz1hX4hLLU 

Temor en los hombres y deseo en las mujeres

Mientras cada uno hace lo que puede con su vida, Cesar Aira va escribiendo nuestra historia: Como un registro, un testimonio difuso y permanente de victorias y derrotas, de nuestros seres queridos, del entorno que habitamos… Yo me enteré una tarde de primavera, mientras recorría las calles de San Telmo arriba de un colectivo. Desde entonces, intento descifrar algunos rastros, entrever continuidades posibles. 

En La Guerra de los gimnasios, un joven enfrenta los rigores de lo real a la salida de su adolescencia. Poco a poco descubre el mundo como esa zona de la experiencia situada entre sus deseos y los objetivos que se propone (resumidos en ese doble juego entre deseo y temor que genera mucha expectativa en su ámbito). 

El conflicto entre los gimnasios Chin Fú y Hokkama se percibe en las calles de Flores, mezclándose con el vaivén de la ciudad, mientras alternan momentos de tregua y confrontación. El fervor de la contienda pone en crisis al Chin Fú, que implica cuestionamientos a la administración, daños en infraestructura y rumores varios. Pero a la vez, hay ambigüedad con permanencias y discontinuidades entre instructores, fisioculturistas, socios y concursos.

La guerra de los gimnasios es en varios tramos un ejercicio lisérgico en el que Aira encuentra también cumbres poéticas y reflexiones filosóficas. Nuestro recorrido de lectura tendrá en Ferdie Calvino al personaje que aglutina la historia, posible de ser leída, así como una aventura de crecimiento, una coming of age lisérgica y, a la vez, metafórica. Así, los que se atrevan a indagar en estas páginas aireanas encontraran belleza en varios párrafos escritos con maestría y oficio. Pero también un retrato irónico e irreverente. 

La elite cultural porteña consagra todo el tiempo al autor entre los mejores de la literaria mundial. Puede que ese lugar se justifique más en trabajos como Cumpleaños o El mago. Del primero coincide en su exquisitez de escritura. Del segundo, en la combinación entre escritura naturalista y fantástica, tal como destaca Fabian Casas en la contratapa para la edición de Emecé. Recomendable como lectura de verano, puede que genere algo de incomodidad en esas incursiones en el fantaseo, pero en la continuación de la historia, el lector encontrara los diferentes sentidos de una historia que se construye con algo de artesanía. 

Carlos Torres Moraes es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). Colaboró como redactor en ANCCOM (UBA) y Crónicas de Misiones. 

Datos de la obra 

Autor: César Aira

Titulo original: La guerra de los gimnasios

Año: 2012

Editorial: Emecé (Grupo Planeta)

Páginas: 163.

Link: https://www.planetadelibros.com.ar/libro-la-guerra-de-los-gimnasios/134042

Tan sólido que se desvanece, tan sólido que se me escapa

Los cambios que llegaron no se van a ir. Lo que aprendí con vos me lo quiero quedar, y la nostalgia; ¡la nostalgia! ¡Qué cosa que me aburrió!

Voy, haciendo pasitos muy lentos, nunca estamos segurxs de nada y mucho menos de lo que se vendrá. Por esto mismo disfruto lo efímero del polvo, porque la desconfianza que le tengo es segura y lo seguro me tranquiliza.

Pasé de creer que podías encender todo a ver cómo te desgranas de un segundo al otro. La fragilidad de las cosas también llegó para quedarse.

Lo sólido se me escapa, nos aburre casi siempre. Tocarte me dejó manchas que junté y se volvieron polvo. Con tu polvo me es posible revivir acciones pasadas, las revivo y reinvento. Esta vez, me las guardo en un lugar que creo poder proteger.

Observo en mi hacer como constantemente traspolo mis saberes en donde ignoro el resultado, estoy segura de que no es posible experimentar desde el total desconocimiento. Aprendemos de otrx y nuestra intuición se cría junto a ello. Tal vez, elijo copiar acciones/ideas de otros campos porque vi a alguien haciéndolo. No estoy sola. No me gusta pensar en “individuos”.

Hay personas que quiero mucho pero no me acuerdo de sus rostros. Hay abuelas de compañeras del secundario que quizás ya estén muertas pero en las imágenes de mi cabeza permanecen intactas. No viene a mi recuerdo el edificio de al lado de donde vivo pero si la rotisería en donde una sola vez compré empanadas hace dos veranos atrás. No estoy segura de cómo se eligen este tipo de cosas, pero me creo capaz de entrenar en base a la elección. La elección no elegida de nunca recordar si sigue la g o la j. La elección no elegida de tener que entender que algo me hizo mal porque me duele algo en el cuerpo

cuerpo

cuerpo  copia

copiar

Los espacios en los que trabajo siempre se nutren, de alguna manera, de lo colectivo. Las voces y herramientas externas son mi gran compañía ¿qué consideramos como propio y ajeno per se? Cada proceso que hago me arrima una nueva inquietud, pero sé que la heurística no viene por sí sola.

Desde lo mimético puedo condicionar cualquier idea, como si fuese una soga de la que puedo agarrarme y desde ella posicionarme en un lugar que me da respuestas más certeras que las de una acción aislada, otra cosa que no me gusta: pensar en acciones aisladas como si existiesen.

Colecciono, copio, cocino, dibujo y escribo con un material que viene de bosques creados para ser quemados. Bosques inventados para que hagamos asados. Bosques con los que nos cruzamos y robamos de ellos un poco de leña para calentarnos. De vuelta, un material “externo” que me otorga posibilidades infinitas dentro del campo artístico. El carbón como material me estimula. Repensar cada pieza desde lo industrial hacia lo artístico es mi deseo. Su color negro opaco me atrae. Quiero demostrar cómo sus partículas se vuelven materia. Elijo un suelo y una vestimenta blanca para que se entienda, trato de ser lo más transparente posible ante un mundo que nos engaña.

Quiero con el carbón ayudarme, enviar señales a quienes no puedo llegar de otra manera. Decido utilizar la escritura como herramienta.  Vuelvo a pensar en el polvo. Lo que me dijiste ayer hoy ya no tiene valor, al igual que la suciedad que el viento pudo alejar de mi balcón esta mañana. Escribir con polvo tiene un doble mensaje, no es solo lo que escribo si no también las posibilidades de este material, su fuerza que ensucia y su inestabilidad que se vuela. Todo lo que escuchamos y decimos termina siendo así.

Emilia Di Pascuale es artista visual. Actualmente se encuentra terminando la licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Nacional de Córdoba. 

Este texto no es mío: jugando con GPT-3

Advertencia al/ a la lector/a ► Todo el texto que sigue ha sido generado por GPT-3 a partir de unas breves palabras de entrada que le he proporcionado. Se realizaron mínimas intervenciones de edición relacionadas a la sintaxis y ortografía. Más info en https://openai.com/

GPT-3 es un nuevo modelo de inteligencia artificial desarrollado por OpenAI que permite generar lenguaje escrito. ¿Qué es el lenguaje escrito? Es la forma en la que nos comunicamos escribiendo en una hoja de papel. Por ejemplo, cuando escribís una carta a tu amigo. OpenAI es una compañía de investigación de inteligencia artificial fundada por Elon Musk, Sam Altman, Ilya Sutskever, Greg Brockman, Wojciech Zaremba y John Schulman. GPT-3 fue utilizado para generar una serie de artículos de prensa y artículos de opinión. Al analizarlos se descubrió que es capaz de generar textos con una habilidad comparable a la de los humanos. Aunque OpenAI es una compañía privada, su modelo de lenguaje escrito está disponible para su uso gratuito.

“Nunca me pareció delicioso el dulce de membrillo, ni en los pastelitos, ni en los bollos.

Otra cosa que nunca me gustó fue el mate cocido con leche, o sea, me lo tomaba bastante en el desayuno, como a las  6 de la mañana, pero era el cocido solo, muy poca leche.

Cuando me tocó trabajar con una amiga mía que es paraguaya, un día me invitó a desayunar, pero no tenía mate cocido con leche de Paraguay, tenía de Perú. Se me hacía muy raro y me dio mucha vergüenza decirle que no me gustaba el de Perú y que prefería el mate cocido solo.

Me contesta:

“¿pero no sos paraguayo?”

Después de un rato explicándole que no, me dijo que debería gustarme porque para la gente de Perú el sabor es el mismo.

….Pero al final: que rico y que dulce que está el dulce de membrillo !!!

Y qué dulce que está también el mate cocido con leche de Paraguay”

Josi Guaimas es Ingeniero en Informática y Artista Digital. Se desempaña como IT Director en interfaz.cofilmarmusica.com