Reseñas en "#39"

Incomprensiones / urgencias…Y yo sin whatsapp…

Decido no usar whatsapp. “¡¡¡¿Por qué ?!!!!”: me preguntan con insistencia familiares, amigos, conocidos, compañeres de luchas. Contesto: deseo gestionar mi propio tiempo por fuera de los mandatos del mercado de la información. ¿Vana ilusión? Tal vez, pero lo intento en pos de un cronotopo sin instantaneidad al palo, más lento, sereno, reflexivo. Sé los costos: corro el riesgo de quedar fuera de la red de grupos sociales que habilita, de lo que allí se dice y sus efectos de sentido. Pero sé también que no es la única red social que la web habilita y que hay otras alternativas para comunicarse.

No uso ese servicio de mensajería instantánea. Y entonces: ¿quedo efectivamente fuera de los grupos a los que pertenezco que sí lo usan y con quienes comparto la vida off line? Ni tanto. Las posibilidades de encuentro no escasean y me sigue gustando charlar en co-presencia, escuchar y ser escuchado mientras degusto manjares; caminar por la calle, leer paredes, seguir huellas de otros, leer libros, ir a recitales, a marchas, participar de asambleas, reuniones, fiestas, dar clases, mirar tele, conectarme a facebook, mandar mail y más. Posibilidades comunicativas no me faltan. Y lo mejor es que no estoy sola en eso.

Antes se decía: “lo que no está en la tele no existe”. Ahora: “lo que no está en las redes no existe”. Sin ánimo de desmentirlo, no dejo de pensar que aún en medio de la centralidad contemporánea de la mediación tecnológica, seguimos siendo cuerpo, seguimos siendo territoriales. Y que es allí –en cuerpos y territorios- donde la violencia expresiva del poder fáctico del presente -capitalista, patriarcal, colonial- se escribe. Allí, la elocuencia de ese poder de alta letalidad queda enunciada con femicidios, juvenicidios, ecocidios. Percibo asimismo que es con cuerpos aliados en la casa, en la calle, en la oficina, en la fábrica como también se resiste y combate a ese poder. Por supuesto que las nuevas luchas no dejan espacio ni tecnologías por conquistar. Valga como ejemplo la ola verde de las feministas que señalan sendas a seguir: luchar en la calle, los medios y la web.

No uso whatsapp y muchos de mis allegados no lo entienden. Pocos me escriben mensajes de textos y esperan impacientes mis respuestas inmediatas, casi simultáneas. Se indignan si no respondo al toque. Los malentendidos se suceden uno tras otro. “¿Por qué no les contesto y ya?” “¿Tengo algo en su contra?” “¿Estoy enojada?” La lógica de esa interlocución dictamina: contestación compulsiva inmediata. El “ahorita mismo” como imperativo categórico. La no instantaneidad de la respuesta desata broncas, indignaciones, furia comunicativa. Las incomprensiones se suceden al ritmo de sobreactuadas urgencias.

Pero igual, desde un uso restringido de las redes digitales y mi relativa desconexión busco asomarme a las complejidades de las redes tecnológicas tratando de comprender sus efectos de sentido en la política, en la sociedad y cultura, en la vida nuestra de todos los días. Pero es mucho lo que se me escapa y no sólo porque hace a lo “surgiente” que también me envuelve y atraviesa dificultándome la distancia y vigilancia analítica indispensable para dar cuenta de lo que (nos) pasa; sino también porque más allá de la declamada transparencia de la “sociedad de la información” advierto con otros que hay mucha opacidad en las redes. Después de todo, la comunicación mediada tecnológicamente tampoco escapa al carácter profundamente estratégico de los procesos sociales de producción de sentido, permanente negociado y en disputa; no queda al margen de lo que el semiólogo italiano Paolo Fabri llama “comunicación en negro”; o sea de los puntos oscuros constitutivos de toda comunicación, de su insoslayable contracara hecha de camuflajes, secretos, mentiras, (de)velamientos, intercepciones, espionajes, agentes dobles… presentes siempre en situaciones de conflicto pero también de negociación.

Claro que también me obstaculiza la comprensión de cómo operan socio-culturalmente las redes digitales el exceso discursivo que hoy como nunca antes vehiculizan medios y redes. Según datos accesibles en la web, en el mundo hay unos 10 zetabytes de información (un zetabyte es un 1 con 21 ceros detrás), que si se ponen en libros se pueden hacer 9.000 pilas que lleguen hasta el sol. Desde 2014 hasta hoy creamos tanta información como desde la prehistoria al 2014. Y la única manera de interpretarlos es con máquinas.

Tantos datos que salen de fuentes plurales, heterogéneas: personales, de transacciones bancarias, del marketing electrónico, de la internet de las cosas, de otras máquinas, de la biométrica… apabullan, confunden, desorientan; hasta tal punto que dificultan ver que lo que está en juego otra vez no es una mera cuestión de cantidad, sino de modalidades estratégicas de recolección, manipulación y uso de la información así como del secreto, la mentira, la vigilancia… ¿Qué fuerzas lo hacen, para qué, por qué?

Frente a todo ello urge indagar acerca de aquello que hoy nos une y separa: ¿los miedos que nos llevan a vigilarnos entre nosotros mientras dejamos de controlar y monitorear la gestión pública de nuestros gobernantes, mientras avanza sin freno la voracidad de los adueñadores de todo?; ¿la indignación efímera y la bronca fugaz frente a atropellos constantes, contra tragedias siempre prevenibles, evitables?, ¿la diversión estereotipada que al llevarnos de excitación en excitación nos ata a la codicia sin fin del capital? ¿Qué nos une, que nos moviliza? ¿No el amor, sino el espanto? Y ¿En qué medida las sensibilidades públicas frente a las injusticias propias y ajenas no emergen también como dolor de superficie, fachada sensible, look sentimental?

Es que medios y redes potencian conexiones al por mayor pero también la “pedagogía de la crueldad”, singular entrenamiento que según Rita Segato conduce a una existencia sin sensibilidad con relación al sufrimiento ajeno, sin empatía, sin compasión, mediante el gozo encapsulado del consumidor, en medio del individualismo productivista y competitivo de sociedades definitivamente ya no vinculares.

Y entonces pregunto: ¿cambia algo de todo eso que yo siga sin whatsapp?

Elena Maidana es Lic. en Letras y Magter en Antropología Social. Docente e investigadora en Comunicación Social. FHyCS.UNaM; en cuestiones vinculadas con: socialidades y culturas juveniles, dimensión semiótico-discursiva de procesos urbanos, comunicación y política, prácticas comunicativas de movimientos y luchas sociales.

Imagen: London Data Streams – experiencia de visualización de datos de redes sociales en tiempo real exhibida en Somerset House. 2016.

Complejidad e intensidad: el lenguaje Noé

El director argentino Gaspar Noé, radicado en Francia, ha ganado gran fama por sus
películas controversiales, polémicas escenas explícitas, shockeantes al mejor estilo del cine snuff, pero a su vez se muestra fiel a una estética apreciable a los sentidos, con una clara referencia a Stanley Kubrick en su gran mayoría. En sí la violencia humana ha caracterizado sus films, tanto visuales como psicológicos, creando ambientes en donde las situaciones comunes o banales pueden convertirse en caóticas o traumáticas sin mediar pausas o intersticios argumentales. El impacto, el shock, hace recordar a los Accionistas Vieneses de los años 60, aunque éstos no hacían cine, más bien hacían arte con sus cuerpos. Pero si hablamos de cuerpos es también porque justamente la violencia humana a que alude Gaspar Noé trata precisamente de cuerpos, cuerpos que sienten, que expresan, que aman, que temen. En este sentido juega un papel importante lo erótico, lo sexual, el deseo.
Ahora bien, Climax no es un musical ni algo parecido, aunque trate de bailarines y que un tercio de película sea el ensayo de una coreografía muy bien elaborada y montada, con una música de fondo acorde a los cuerpos danzantes, visualmente exquisita, vibrante, fluida. La película trata más bien de los personajes, que cuentan entre más de veinte en escena. Personajes singulares, con identidades diversas, pero con el interés común de triunfar como bailarines. En sí la trama se desarrolla en dos o tres “planos secuencia” en donde discurren las interacciones, donde podremos conocer más de cada uno de los que integran el elenco del ensayo. No solo visualmente la cinta va atrapando al espectador de manera intimista, además es fundamental el sonido que ambienta todas las escenas, transportando al que está detrás de cámara a la situación misma que está sucediendo ante sus ojos. De un clima alegre y festivo, el film va mutando a otro más oscuro y siniestro, confuso e incluso ambiguo, y esto el director lo logra a través de planos que se ajustan al estado anímico de los personajes, similar al ya empleado en su película anterior: Irreversible.

Cesar Darío Vasconcello es Profesor y Licenciado en Artes Plásticas (FAyD, UNaM), docente en el nivel secundario, ilustrador y especialista en grabado.

Ficha técnica
Título original: Climax
Año: 2018
Duración: 95 min.
País: Francia
Dirección: Gaspar Noé
Guion: Gaspar Noé
Fotografía: Benoît Debie
Reparto: Sofia Boutella, Romain Guillermic, Souheila Yacoub, Kiddy Smile, Claude
Gajan Maull, Giselle Palmer, Taylor Kastle, Thea Carla Schott, Sharleen Temple, Lea
Vlamos, Alaia Alsafir, Kendall Mugler, Lakdhar Dridi, Adrien Sissoko, Mamadou
Bathily
Link: https://www.youtube.com/watch?v=012nuq0dyno&feature=youtu.be

Sergio Alvez: una nueva sensibilidad narrativa

El libro Urú con otros relatos de Sergio Alvez (Posadas, 1979) posee una particularidad poco común en la cuentística de este territorio: no es redundante en
cuanto a la tradición literaria en la que se enmarca. Muchos -sino la mayoría- de estos casi 50 relatos están ambientados en Misiones, y reconocemos esa ambientación no por el armado ad hoc de un escenario, personajes o dialectos pintorescos, sino en la economía expresiva de Alvez. Y con esto queremos decir que son textos que no necesitan más que de una historia (a veces cotidiana, a veces anecdótica, otras trágica), que por sí misma va haciendo aparecer lo demás, y de un modo de escribir que revela influencias de escritores como Rodolfo Walsh o Bukowski: oraciones breves, precisión en el detalle, pertinencia en los diálogos, y un uso del lenguaje en el que los modismos y la sintaxis dialectales no deslucen el estilo literario, sino que forman parte de la identidad del autor.

Estos relatos, en general breves o brevísimos en algunos casos, narran desde pequeños eventos (la falta de inspiración a la hora de escribir, un accidente con un horno de cocina, las pequeñas desventuras de una mudanza nocturna o del empantamiento de un auto en plena selva) hasta historias conmovedoras, en las que la muerte aparece entre la explotación laboral, las turbias historias familiares, o como consecuencia de la vulnerabilidad socio-económica de los personajes. Es decir, no hay un tópico que tenga mayor relevancia que otros, no hay un orden aparente, no hay secciones. El libro ofrece una narración detrás de otra y lo hace sin inconvenientes en virtud de un estilo narrativo que permite la fluidez en la recepción.

En suma, Urú con otros relatos transita algunos inevitables lugares comunes de nuestra literatura de provincia pero sin que ellos empañen lo que se quiere contar y -sobre todo- cómo se quiere contar. Alvez proporciona, en todo caso, narraciones en los que el lugar común no es la reiteración de ciertas costumbres literarias sino la confirmación de una actualizada identidad narrativa.

 

Sergio Quintana es Profesor y Licenciado en Letras, Magíster en Semiótica
Discursiva. Docente investigador UNaM.

Datos de la obra
Autor: Sergio Alvez
Título original: Urú con otros relatos
Año: 2016
Editorial: Superficie Cooperativa
Pp.: 154

Patriarcado

Patéticos patriarcas primigenios,
podridos pedófilos perversos,
pérfidos payasos proxenetas,
pestilentes pornógrafos procaces,
pululan en plazas, parques, pasillos y privados,
pontifican en púlpitos,
planifican en público,
perpetúan las prácticas,
porque pueden.
prueban, presionan, persiguen, piropean,
porque pueden,
perjudican, profanan, proscriben, proyectan,
porque pueden,
persuaden, perturban, petrifican, perpetran
porque pueden,
provocan, se propasan, patotean, pretextan,
porque pueden,
pegan, patean, pisotean, penetran
porque pueden,
perforan, precintan, prostituyen, pulverizan,

porque pueden,

porque pueden,

porque pueden.

(PATRIARCADO)

Silvia Hache.