En tiempos de deconstrucción, visibilidad y espacio público para los movimientos feministas, un contexto de campaña local, provinciano y periférico fue el escenario donde la cuestión de quién puede ejercer poder volvió a actualizarse en clave de género. En este sentido, nos referimos puntualmente al estreno de la ley conocida como de paridad de género. Al tiempo que desde el oficialismo de Misiones también sus varones y conductores aplaudieron esta medida para cargos electivos, desde ese mismo lugar se actualizaron miradas hegemónicas y conservadoras respecto del protagonismo de la mujer en lugares de poder en la provincia. El status quo fue restablecido.
En Misiones “las candidatas” pueden aspirar a construir y acumular poder. La ley de paridad las asiste. No obstante, ¿dónde entraría en el esquema actual del partido gobernante la mirada de las mujeres e identidades disidentes más allá de la clase media urbana posadeña, atada a cierto estereotipo sobre cómo participar de la política? ¿Se puede superar en estos espacios la matriz que nos dejó Evita: esposa, leal, obediente, relegada en el ejercicio del poder? ¿Es solo bijouterie, retórica oportunista o efectivamente, los varones de los partidos tradicionales están dispuestos a compartir y construir poder con sus compañeres sin tutelarles o minorizarles? ¿Hay acceso a recursos, territorios, espacios de decisión con mirada crítica y autónoma en la real politik, para los que no sean leales y obedientes?
Además desde el poder efectivo ¿cómo piensan la equidad las mismas funcionarias, legisladoras, militantes, cuando las mujeres cuidadoras del ministerio de Desarrollo Social son las peores remuneradas de la provincia? ¿Sólo hay espacio para seguir dando respuestas con dispositivos que policializan la violencia de género? ¿Se puede pensar en atender la problemática fortaleciendo los organismos de prevención con contención eficiente? A les profesionales encargades les resulta casi imposible lograr condiciones de trabajo y atención dignas.
Hacer política y ser mujer en ciertas estructuras, nomás actualizan la idea que las mujeres, por ser mujeres, traen consigo el tutelaje de un varón: ¿Un padre, compañero, primo, padrino? Asimismo, trae atada la idea que si vas con el partido oficialista y dominante no es posible ejercer el poder más que desde la construcción de fidelidades y la obediencia. Horizontal y vertical. La cultura política local y su caudillismo alinea y disciplina por doquier.
Recordemos como ejemplo que en marzo pasado tomó estado público la nota del Superior Tribunal de Justicia integrado por mujeres y varones donde se quejan al Poder Ejecutivo de la titular del Ministerio de Derechos Humanos por su intervención en procesos de desalojos de sectores populares. Un modo particular de actualizar a las mujeres funcionarias que la relativa autonomía y los criterios propios no son habituales en esta gestión. También de recordarles que el techo de cristal existe. Y que en Misiones tiene historia. ¿Pudo acaso ocupar un lugar ejecutivo Mercedes Oviedo, aún con bases propias y acceso a recursos en el PJ? ¿Y Mabel Marelli o Gloria Llamosas dentro de la UCR?
Una vez más queda planteado que solo con ley de paridad de género no alcanza y que con la sola presencia de mujeres en todos los espacios no se avanza en políticas públicas que efectivamente atiendan y transformen su situación estructural de subordinación y precarización en materia salarial y simbólica, en zonas urbanas y rurales.
La historia nos recuerda que nada nos será regalado y que ahí están las calles que también son nuestras y que las habitamos como recordatorio de que hay otras formas de ejercer la política, el poder y la representatividad. Allí estamos y el 3 de junio un día después de las elecciones, con #Ni una menos, las mujeres marchamos nuevamente. Allí, fue notoria la ausencia de mujeres funcionarias y candidatas del partido gobernante. A veces la resaca electoral también nos sirve para mirar el horizonte y volver a apostar porque “otra política y ejercicio del poder” son posibles.
Marina Casales es Periodista. Lic. en Comunicación Social. Docente-Investigadora, UNaM