Tenemos esa amargada costumbre de decir “es que aquí no pasa nada”; ésta es una frase que me ha rodeado y merodeado a lo largo de toda mi vida y sospecho que esto, no me sucede solo a mí.
La recuerdo desde muy chica, la decían muchas personas en distintos tiempos, lugares y momentos de la vida. Después casi que por inercia, empecé a usarla yo, y me remite a mi adolescencia en mi San Juan natal, donde en su momento pasaba poco y nada, aunque claro, hoy sospecho que algo pasaba igual.
Con los años crecí y me mudé, me fui a vivir a Córdoba, provincia con cruza de argentinismos si las habrá. Córdoba está viva, desde siempre; en sus calles pululan estudiantes que se entrelazan y comparten los matices provincianos que pueden ser inimaginablemente diversos. Además de las facultades, los museos, los paseos, los miles de artesanos, sus pueblitos que te abrazan ni bien salís y te devuelven oxigenado a la ciudad en la que te vas tropezando con las oportunidades de seguir descubriendo el mundo, así, entre miles de pibes que enérgicos viven su primer experiencia de ser autónomos y allá también escuchaba la nefasta frase… “pero es que acá no pasa nada”, dicho en muchas ocasiones por esos mismos jóvenes.
Siempre me llamó la atención cómo, mientras yo concurría a muchos de los mejores eventos artísticos que pude presenciar en mi vida y me quedaba afuera de tantos otros, otras muchas personas repetían casi inconscientemente esto. Lo decían inclusive mientras pasaban todos los días frente al mágico Cineclub Municipal Hugo del Carril, donde los cinéfilos despuntábamos ese vicio que era ver buen cine en una pantalla enorme, en un cine de verdad, con butacas hermosas y una cartelera indiscutible y súper accesible que iba desde Talleres hasta eventos de todo tipo.
Pasaron los años y la vida me fue trayendo a Misiones, un lugar que era totalmente incierto para mí y acá, en esta lejanía también decían “…es que acá no pasa nada” cuando a mí se me explotaba el corazón redescubriendo la música en esa infinita mixtura que fusiona melodías que van desde el chamamé hasta el rap, pasando por la renovación sonora de las tecnologías que le metieron un loop a los sonidos del crisol entre criollos y guaraníes, paraguayos brasileros cruzados con alemanes, suecos, ukranianos y polacos.
El “acá no pasa nada” clásico de los perezosos que no quieren ver, incapaces de estirar una mano para espiar el programa que desborda de propuestas. Acá si pasa algo, pasa de todo, y hay una agenda infinita que te puede llevar a conocer toda tu provincia, porque no importa si te gusta la música de estudio, el chamamé y la polka o el rap y las bases electrónicas. Acá hay para todos, grafitteros, muralistas, hiperrealistas y diseñadores de los más variados; poetas, agudísimos poetas, teatreros, clowns y los más hábiles malabaristas y bailarines.
Hoy sospecho bien, en mi San Juan natal pasaba tanto que cuando crecí tuve las herramientas para poder ver y encontrar que en Misiones hay agua y fluidez, renovación constante y continua impulsada por una naturaleza magnífica, en infinito y constante cambio, en transmutación que se absorbe al caminar en una callecita empedrada en Montecarlo o en Oberá, en la ladera de un arroyo que bullicioso mientras el silbido de un pájaro te ayuda a entrar en el mundo de la mitología y en el grito de cada cascada que simula un festival al grito de que estamos vivos y en constante transformación.
Estos impulsos increíbles estuvieron siempre allí, esperando ser encontrados, son los mismos que me ayudaron a conectar con las ganas infinitas de gestionar, porque claro, hay mucho, muchísimo para hacer, para ver y mostrar, para compartir y aprender; así que lo único que te voy a decir es que agendes las fechas que te gustan y te predispongas a asistir a todas ellas, porque acá, seguro que pasan cosas, igual que en todos lados… y hasta tal vez más, solo está en nosotros querer encontrarlas.
Enoe Moya es gestora cultural, fotógrafa, escritora y profesora de yoga. Reside en Montecarlo.
Publicado en https://portalmisiones.com/aqui-no-pasa-nada/