Había dejado de pensar en ello, hasta este momento solo era algo que aparecía pocas veces. Quizá la primera vez fue cuando se extinguió el rey León (Ferrari), sumado a una serie de situaciones relacionadas con la perdida física de algunos artistas. Lo primero que pensé, fue hablar de los que me gustan, de su obra, de alguna en particular que he visto; cosa (idea) que luego me pareció ridícula escribirla, sobre todo por la existencia de una larga lista de personas que hicieron que fuera enorme la cantidad de caracteres al respecto, y mejor aún, con mucha lucidez en cuanto a la cuestión. Invitado a escribir aquí, tuve el atrevimiento de largarme a pensar mientras escribo, sobre una manera de hacer arte que no estaba en el camino de mis intereses estéticos.
Tuve la oportunidad de conocer a estas dos artistas -en las que estoy pensando ahora- a las dos como docentes, una me trataba con el cariño que ni mi abuela me hubiese dado, la otra con la frialdad con la que se trata a un delincuente, pero al mismo tiempo con respeto; pero eso no debería perturbar mi juicio en relación a sus producciones; el 9 de junio de este año se arma una muestra con intención de homenaje a Dora y Nina; “Surcos” propone una mirada abarcativa de la producción de estas dos mujeres, una ceramista y la otra dedicada a la pintura. Debo aclarar que estaba en desconocimiento de muchas de las piezas que estaban en exhibición, sobre todo, las esculturas de Nina; las que captaban de manera muy inteligente la idea y la técnica volcadas a un universo cera-místico que tenía como punto de apoyo a la mujer, que a través de diversas resoluciones formales era el medio expresivo predilecto de esta artista, a la que la cerámica acompañó para siempre.
Ayer charlando con una persona coincidimos en que después de varios años, nos encontramos con las obras de Dora Yagas desde un lugar muy distinto al que estábamos alguna vez. Y quiero acotar esta reflexión, particularmente al grupo de acuarelas que se agrupaban en la muestra. Selvas teñidas de un ambiente que lucha entre cyan y amarillos, como si estuviesen abusados por algún filtro instagram recurrente en estos tiempos. Hojas, ramas y bruma que buscan posicionarse en un plano que engaña a nuestro imaginario corroído por los tonos cálidos; de alguna manera, puede notarse entre los caminos del arte misionero, una forma pictórica que ronda sobre la selva de lapachos que extrañan a Kowalski, que se va haciendo paso aun cuando ya no está quien nos toma el pincel para mostrarnos como hacer un trazo.
No quiero perder de vista la pregunta principal, aunque aún no tenga firmes respuestas, pero recuerdo también que hace un tiempo, haciendo un mural con unos amigos, coincidieron unas situaciones que no sabría desentramar en pocas letras. El mural era en memoria del Negro Figueredo, un desaparecido Misionero. Ese día muere León Ferrari, sin dudas el mayor referente del arte político argentino, a veces las coincidencias te pasan por encima… “no es allí donde quería ir y sin embargo, secretamente, ese lugar se revela como el de un verdadero deseo, el deseo de verdad”
Héctor Borges es Lic. en Artes Plásticas. Artista Visual. Gestor cultural. Docente UNaM.
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