Febrilmente escrito en el celular durante el insomnio de la madrugada del 10 de agosto de 2018.
Posadas, Misiones, R.A
Pobres. Digo por los dinosaurios, claro. Desaparecieron de la faz de la tierra sin conocer a ese ser, que posteriormente se lo llamó de humano. En estos días aparecieron nuevamente mencionados para ser usados como metáfora de algunos integrantes del senado argentino que argumentaron su rechazo al proyecto de ley de Interrupción voluntaria del embarazo, aprobado en la cámara de diputados. La metáfora, como corresponde a su carácter paradigmático, asocia lo arcaico del pensamiento de estas personas y, además, el hecho de que en algún momento ya no tendrán lugar en un mundo que sea realmente más humano. Tengo mis dudas a que algún día lleguemos a ese lugar.
De todas maneras, algunas de las argumentaciones esgrimidas durante el día y la madrugada del miércoles 8 y jueves 9 de agosto en el recinto parecieran haber sido sacadas del catálogo de lugares comunes que reflejan los aspectos más miserables y menos humanos del ser que no llegó a ver siquiera un dinosaurio. Estuvo quien dijo no haber tenido tiempo para leer el proyecto aprobado en diputados pero igual votaba en contra. Otro, a la manera de Manolito (aquel personaje de Mafalda de Quino), confundió la gratuidad de la salud en un estado presente con el debe y haber de un mercadito de ramitos generales. Alguien hablo de violaciones no forzadas. Hubo una descarada e ideológica mención despectiva de la palabra ideología. También hubo apelaciones, algunas más pornográficas y otras más explícitas, a convicciones religiosas y estados teocráticos. Disquisiciones de dudosas constitucionalidades que se enredaban en palabreríos sordos y sin sentido. Pero quizás lo que más me llamó la atención es que se votó por un rechazo. No hubo una propuesta que superara, o incluso que empobreciera, el proyecto que habían aprobado en la cámara de diputados. Sólo la indiferencia ante la muerte, la representación de un estado ajeno, mudo y estático ante las pocilgas sucias y desoladas en donde se practican los abortos clandestinos y arriesgan su vida las mujeres que decidieron sobre su cuerpo. Se habló, se discutió sobre la salud pública, y la respuesta fue un lacónico no. El rechazo. En nombre de dios, del marketing electoral, de los “costos” (¿qué precio tiene la vida?) no se planteó un futuro. Como la muerte. Una metáfora casi literal, si se me permite. En nombre de las dos vidas se condenó a la muerte, a la tortura en el mejor de los casos, a miles de mujeres que no entienden por qué todavía hay quien dice ser dueño de sus cuerpos.
Sin embargo, hay una lucha que en las calles, en los lugares de trabajo, en los hogares, se hace sentir. Son miles y miles de mujeres qué están haciendo oír su voz, deconstruyendo mandatos, legados, asimetrías e injusticias dentro de las cuales está el derecho de la interrupción voluntaria del embarazo. “Donde hay una necesidad, hay un derecho” dijo una sabia mujer hace tiempo atrás. Y creo que esto recién empieza. Se trata de luchar contra la muerte cómo dijera Jon Snow, citando a Heidegger. Uno sabe que pierde, pero sigue. Los dinosaurios están ahí, no son los mismos que transitaron la tierra en los albores de un tiempo que ni tiempo era. Estos senadores también dejarán su función tarde o temprano. Otros vendrán y otras ampliaciones de derecho tendrán que ser discutidas.
Sin embargo, en los claroscuros de la historia de la humanidad hay días en que, después del dolor, un alivio nos permite sentirnos humanamente solidarios. Ese cambio de aire, esa frágil luz de humanidad, es suficiente para que los dinosaurios se descascaren, por lo menos por un tiempo. Mientras tanto, a paso firme, con sororidad y empatía, una marea verde (que confluye con una naranja) hace de este país (y continente) un mundo que se vislumbra más humano y justo. “Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire / los que están en la calle pueden desaparecer en la calle. / Los amigos del barrio pueden desaparecer, / pero los dinosaurios van a desaparecer.” Charly García, otra vez, como tantas.
Del blog: https://elauradelosdesangelados.wordpress.com/
Café Azar es Licenciado en Antropología Social por la UNaM.