Las exposiciones, bien sabemos, muestran un cierto estado de algo –arte, ciencia, diseño, vida cotidiana y otros menesteres- y exigen “una cierta mirada” para ver, observar y registrar lo expuesto. Hasta aquí lo obvio, en las exposiciones, por lo general, se exhibe aquello de lo que el autor está orgulloso. Las etimologías al respecto no dejan dudas, se coloca un cierto objeto en el exterior para que pueda ser apreciado (ex ponere) y se ostenta eso valioso que posee (ex habere). Pero, en las artes plásticas, qué se ostenta y qué se ubica a la vista de todos, a la mirada de quiénes y por quién y, fundamentalmente, cómo, son cuestiones centrales del campo. Las preguntas no pueden ser respondidas en su totalidad, aunque habilitan reflexiones al respecto.
El estado de una búsqueda quizás sea una línea de partida para empezar a reflexionar sobre la muestra “Pangea”, compuesta por obras de alumnos pertenecientes al Instituto Montoya y que permanecerá hasta el 30 de noviembre en el museo Yaparí. La selección de trabajos de taller de alguien en formación es, siempre, una apuesta sobre la lectura de quién, o quiénes, elige y, a la vez, un riesgo porque se puede caer en la tentación de juzgar un proceso como si fuese un proyecto finalizado. La interpelación de peso, en todo caso, recae en la idea que rige la muestra y dirige el montaje. La nominación, pretendidamente geológica, otorga una pista al llevar las cuestiones a la situación de la separación de los continentes del supercontinente original. El simbolismo no deja muchas dudas, del taller que los unió a la continentalidad de las apuestas individuales. Acaso se podría expandir desde la conocida posición benjaminiana que acercaba la reconstrucción del pasado a una constitución geológica, en un trabajo de excavación que recuperaba lo sepultado en la cotidianeidad. Pero no mucho más. Aquí podrían caber las adjetivaciones fáciles dada la cantidad de autores, dieciséis, que muestran sus producciones: heterogénea, excesiva, variada, cambiante, abigarrada, forzada –por momentos-, obvia –en otros-, identificable, y así; mas no englobaría el planteo básico, ¿cuáles fueron los criterios que guiaron el montaje? La curaduría sigue siendo uno de los problemas irresolutos de las artes plásticas en Misiones, aunque, para ser justos, deberíamos indicar que en otros campos afines el problema es idéntico -la edición editorial, la producción musical, la programación de contenidos, etc.-. Como si la idea no puede complejizarse o relacionarse con otras hasta formar una red que abarque y guíe, pero no clausure, lo expuesto.
Entonces, de nuevo, las inquisiciones sobre el estado retornan. Para que la confusión no se presente hay que aclarar que no se exhibe un estado del arte en Misiones, sino un estado de la enseñanza de las artes plásticas en la región y un estado del aprendizaje, siempre juntos pero para nada equiparables. Acercarse a la exposición, por ende, constituye una sutil manera de inquirirnos sobré qué y cómo estamos aproximándonos a la posteridad en las artes por estos lares.
Sergio de Miranda es Lic. en Letras. Docente UNaM, FAyD y FHyCS.
Pangea, del 13 al 30 de noviembre de 2014, Museo Provincial de Bellas Artes “Juan Yaparí”.